viernes, 7 de noviembre de 2014

Charles Babbage: "Las obras de Dios dan testimonio perpetuo de Su poder"


Su legado científico


Charles Babbage (1791 - 1871) fue un fascinante polímata, un eminente matemático, legendario científico computacional, inventor, estudioso de la programación, la ingeniería, la lógica, la tecnología, la criptografía, la filosofía analítica, la teología natural y la economía política. Su estimación es tal que es considerado uno de los matemáticos más influyentes que han existido, uno de los cien científicos más influyentes de todos los tiempos, y ha sido considerado entre las 110 personas que más han influido en la historia (Hart, 1978).

Las contribuciones de Babbage son excepcionales. Él desarrolló las primeras tablas actuariales, inventó el primer indicador de velocidad, realizó el primer oftalmoscopio y también la primera locomotora cowcatcher. Destacó como importante impulsor del cálculo infinitesimal, como experto en avanzados cálculos algebráicos y en la investigación de operaciones. Fue autor de una Tabla de logaritmos de números naturales, del 1 al 108000 (1831), y de Ejemplos de soluciones a ecuaciones funcionales (1820)

Ingresó al Trinity College en 1810, y comenzó como conferencista en la Royal Institution desde 1815.  Desde 1816 fue elegido Miembro de la Royal Society (Sociedad Real de Londres), fue miembro de la Astronomical Society (Sociedad astronómica) y de la Real Sociedad de Edimburgo desde 1820, Miembro Honorario Extranjero de la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias desde 1832, fue miembro de la Statistical Society (Sociedad estadística) desde 1834, y trabajó como profesor Lucasiano de matemáticas en la Universidad de Cambridge (1828-1839).

A pesar de sus otros logros, su contribución más notable de todas fue, sin duda, el desarrollo de las primeras computadoras programables: la "máquina diferencial" y la "máquina analítica." Johannes Kepler ya había construido una máquina para hacer cálculos, fue Blaise Pascal quien en 1642 construyó la pascalina (que es considerada como el primer tipo de computador), y Leibniz realizó mejoras importantes en 1670 (Tiner, 2000); pero la máquinas ideadas por Charles Babbage, le merecen el crédito como el primer inventor de una computadora mecánica.

Máquina diferencial ensamblada por el hijo de Babbage
con partes encontradas en su laboratorio
La "máquina diferencial" o "máquina de diferencias" de Babbage fue esbozada por primera en 1816. Con el objetivo inicial de calcular e imprimir tablas matemáticas y astronómicas, fue financiada temporalmente por el gobierno británico, y cerca del año 1821, Babbage comenzó a dirigir su construcción que realizaba instrucciones por medio de tarjetas perforadas. Tres años después, se reconoció su trabajo al ser galardonado con la primera Medalla de oro de la Real Sociedad Astronómica en la historia. A pesar de dificultades económicas posteriores, en 1833 se terminó una muestra completa que funcionaba con toda la precisión que se había previsto. No obstante, desde el año siguiente hasta su muerte, Babbage buscó realizar mejoras y trabajó en el diseño de otra máquina que sería mucho más poderosa: la "máquina analítica", el diseño casi completo de una computadora electrónica moderna que permitiría el almacenamiento de información en una memoria, tenía en sistemas de recuperación, dispositivos de entrada y de salida, una unidad de control, y una unidad lógica-aritmética.

Máquina diferencial en el
Museo de la Historia de la Ciencia en Londres
En la época en la que vivió, habían escépticos que pensaban que una máquina semejante sería imposible de construir, y el proyecto fue apodado por algunos como "la locura de Babbage." La tecnología y la economía disponible no pudo implementar la construcción de la máquina analítica, y durante muchas décadas, el diseño de Babbage quedó en el olvido. Sin embargo, en el siglo XX algunos diseñadores retomaron sus diseños para la construcción de computadoras. En 1991, el Museo de Historia de la Ciencia en Londres decidió construir las máquinas de funciones que había diseñado Babbage. Eligiendo solamente elementos que estaban disponibles en el siglo 19, el éxito de la máquina completada indicó que, de haberse construido en su época, la máquina de Babbage hubiera funcionado muy bien.

Alguna vez, Babbage escribió:
"Tan pronto como exista una Máquina Analítica, esta necesariamente guiará el curso futuro de la ciencia. Cada vez que se busque cualquier resultado con su ayuda, surgirá entonces la pregunta — ¿por qué trayectora de cálculo pueden alcanzarse estos resultados por medio de la máquina en el menor tiempo posible?" (1864, Cap. 8). 
Y tenía razón. Hoy en día, no hay ciencia que no se vea relacionada con la computación. Por ello, Babagge es una leyenda en la historia de la ciencia matemática y la ciencia computacional, y, debido a sus aportaciones, es recordado por excelencia como el Padre de la informática” pionero en la llegada de la era digital, el Padre de la computación moderna”, e incluso el Padre de la impresora moderna”.



Babbage también abordó el campo de la economía política, y escribió "Sobre los costos de la maquinaria y la manufactura" (1832), una obra sobre producción y organización industrial; y también sus Pensamientos sobre los principios de fiscalidad, con referencia a impuestos sobre la propiedad y sus excepciones (1851). Las invenciones de Babbage y sus técnicas de investigación jugaron un rol significativo en el desarrollo de la tecnología industrial de Gran Bretaña en una época en la que ésta estaba emergiendo como líder industrial del mundo.

Cerebro de Babbage en corte sagital.
Museo de la Historia de la Ciencia.
Babbage fue profundamente influido por Leonhard Euler. Trabajó por correo junto a Ada Lovelace, quien mantenía correspondencia con él, y le ayudó a resolver un teorema basado en los números de Bernoulli. Nuestro científico tenía una cercanía con otros cristianos como Michael FaradayHumphry Davy, Charles Dickens y especialmente con John Herschel y George Peacock, con quienes fundó la Sociedad Analítica (Analytical Society) en 1812. Junto a su mejor amigo, John Herschel, visitó París y conoció a los principales físico-matemáticos franceses de la época. 

Por si fuera poco, fue miembro original de la "Asociación Británica para el Avance de la Ciencia", importante sociedad científica fundada junto con el Reverendo William Vernon HarcourtJames F. W. Johnston y el físico Sir David Brewster. En parte, el origen de esta sociedad se vio impulsado por las "Reflecciones sobre el decline de la ciencia en Inglaterra, y algunas de sus causas" (1830), una obra en la que Babbage realizó una crítica contra la actitud elitista de científicos de la Royal Society.

Como creyente intelectual, Babbage escribió una notable obra apologética que incluía una refutación de David Hume y un análisis matemático de las leyes naturales que reconoció como establecidas por Dios. En su libro autobiográfico, Babbage declara sus creencias religiosas y defiende la creencia en milagros.


Su formación personal, intelectual y espiritual

Babbage era uno de los cuatros hijos del matrimonio entre Betsy y Benjamin Babbage, banquero y mercante inglés. A sus 8 años, Babbage fue enviado a estudiar al pueblo de Alphington, en el condado de Devon. Después, hubo un periodo en el que enfermó, y sus padres, procurando su salud, contrataron a tutores privados para su educación. Durante este periodo de infancia, su mamá lo llevó a observar distintas exhibiciones sobre máquinas. Fue ella también quien se encargó de su inicial formación religiosa. El matemático escribió que fue criado en una forma protestante de la fe cristiana, que era tolerante :
"Mi excelente madre me enseñó las formas habituales de oración diurna y nocturna; y ni en mi padre ni en mi madre había mezcla alguna de prejuicios o intolerancia, ni tampoco de aquella manera tan impropia y común de dirigirse al Todopoderoso que después me disgustaría tanto en mis años de juventud." (Babbage, 1864:8)
En sus años de juventud, la iglesia le incitó al joven a que aprendiese el Credo de San Atanasio o Símbolo Quicumque, sin embargo, hubo un creciente disgusto en Babbage por este precepto, cuestionando la veracidad teológica de esta confesión originada en el catolicismo. Más tarde, sin embargo, Babbage acudió a los escritos religiosos de Samuel Clarke, cuyo escrito "Ser y Atributos de Dios" (1704), ejerció una fuerte influencia religiosa en él.

Aunque no gozaba de perfecta salud, Babbage sería enviado a la academia Holmwood, dirigida por el Reverendo Stephen Freeman. Allí, la biblioteca despertó más el amor de Babbage por los números, y todavía en la escuela, Babbage estuvo bajo la instrucción de un clérigo de Cambridge y del líder evangélico Charles Simeon (1759 –1836). 

En cuanto a su formación matemática, Babbage recuerda:
"Siendo apasionado al álgebra, me ocupé en la "Guía del Joven Matemático" de [John] Ward, que casualmente había llegado a mis manos en la escuela. Entonces ocupé mi tiempo libre en estudiar tales obras matemáticas que por accidente agregaron a mi conocimiento. Entre éstas estaban las "Fluxiones" de Humphrey Ditton, de las cuales no pude hacer nada; las "Instituciones Matemáticas" de Madame Agnesi, de las cuales adquirí algo de conocimiento; los "Principios de Cálculo Analítico" de Woodhouse, de donde aprendí la notación de Leibniz, y la "Teoría de Funciones de Lagrange. También tenía las Fluxiones de Maclaurin y de Simpson. Así fue como, cuando fui a Cambridge, pude trabajar en tales problemas, ya que la muy moderada cantidad de matemáticas que tenía, se reconocía con facilidad equiparable en los puntos de Newton, los de Leibniz, y los rasgos de Lagrangem...  
Fui a mi tutor público, Hudson, a preguntar por la explicación de una de mis dificultades matemáticas. Escuchó mi interrogante, dijo que no se me preguntaría... y que no era de ninguna trascendencia, y me aconsejó atender an los primeros temas de estudios universitarios. Después de un poco, fui a preguntar la explicación de otra dificultad a uno de los conferencistas [de la universidad]. Me trató de la misma manera.... Luego adquirí un disgusto por la rutina de estudios en el lugar, y devoré los escritos de Euler y otros matemáticos, esparcidos en las academias de Petersburgo, Belin y París, a cuyas librerías habría recurrido en contenido.... 
Durante mi residencia con mi tutor de Oxford, mientras trabajaba de forma autodidacta en las matemáticas, ocasionalmente llegué a conclusiones que me parecían nuevas, pero que después, de vez en cuando, encontraría bien conocidas... Después de un tiempo vi la falacia de mi razonamiento, y luego inferí que cuando mi conocimiento se había extendido más, podría esperar razonablemente hacer algunas añadiduras pequeñas a mi ciencia favorita. Esta idea influyó considerablemente mi rumbo durante mi residencia en Cambridge por medio de dirigir mi lectura a los escritos originales de los grandes descubridores de la ciencia matemática.  
Entonces traté de rastrear el rumbo de sus mentes, al pasar de lo conocido a lo desconocido, y en observar si varios artificios no podrían ser conectados entre sí por una ley general. Los escritos de Euler fueron eminentemente instructivos para este propósito. En el período en que dejé Cambridge empecé a ver más claramente el propósito de mi búsqueda futura" (Babbage, 1864:19; 27; 428).
Al graduarse de Cambridge en 1814Babbage se casó con Georgina Whitmore (1792-1827), con quien tendría ocho hijos (cinco de los cuales sobrevivieron hasta la adultez). Justo después de su matrimonio, Babbage quería volverse ministro religioso, y realizó diversas solicitudes para buscar vacantes en la Iglesia Anglicana de Inglaterra. Sin embargo, los anglicanos no le abrieron las puertas por considerar que su interés por matemáticos franceses como Sylvestre François Lacroix era "anti-patriótico." 

No obstante, Babbage nunca perdió su interés por las cosas de Dios, y tenía amistades cercanas con gente de fe. A esto hace alusión en cuando escribió sobre el primer momento en que se le vino a la mente la idea de crear una máquina diferencial: 
"Durante mi infancia mi madre me llevó a ver varias exhibiciones sobre maquinaria. Recuerdo muy bien una de ellas en la Plaza Hanover, por un hombre que se hacía llamar a sí mismo Merlín. 
...[Pero] la idea más temprana que puedo recordar en mi propia mente sobre calcular tablas aritméticas por medio de maquinas surgió de esta manera: 
Una tarde estaba sentado en los cuartos de la Sociedad Analítica en Cambridge, con mi cabeza reclinada hacia adelante en una Tabla, en una especie de humor soñador, con una tabla de logaritmos abierta delante de mí. Otro miembro, entrando en el cuarto, y viéndome medio dormido, gritó, "Y bien Babbage ¿en qué estás soñando?, a lo que respondí: "Estoy pensando en que todas estas tablas (señalando a los logaritmos) podrían ser calculadas por medio de una máquina.   
Estoy en deuda con mi amigo, el Reverendo Dr. Robinson, Maestro del Templo, por esta anécdota. Este evento debió haber ocurrido entre 1812 y 1813." [Babbage, 1864; 2011; pp. 17; 42]


Este amigo de Babbage, Thomas Robinson (1790-1873), era un académico de Cambridge, clérigo cristiano, y misionero que tradujo el Antiguo Testamento al idioma persa, impulsó el evangelismo en la ciudad de Calcutta, en la India, y publicó obras como "Evidencias del Cristianismo" (1819), y "Las falacias gemelas de Roma: Supremacía e infalibilidad" (1851).

En su escrito de 1830, el matemático dejó entrever otro poco de su influencia intelectual, al comentar:

"Si miramos a los hechos, nos encontramos con que los grandes inventos de la era, al menos en lo que respecta a nosotros, no siempre son producidos en las universidades. Las doctrinas de "proporciones definidas" y las de "agencia química de la electricidad", —principios de un orden superior, que han inmortalizado el nombre de sus descubridores,— no fueron producidas por las meditaciones del claustro: tampoco es en lo más mínimo un reproche a aquellas instituciones valiosas hablar de verdades como éstas. Circunstancias afortunadas deben concurrir, incluso a lo más grande, para hacerlas eminentemente exitosas. No se les permite a todos que nazcan, como Arquímedes, cuando está por nacer una ciencia, ni tampoco como Newton, para encontrar el sistema del mundo "desordenado y vacío"; para revelar la gravitación, y traer a lo largo de todo ese sistema el mismo resplandor irresistible como aquél con el que el Creador Todopoderoso había iluminado su sustancia material. Solo le puede pasar a unos cuantos científicos, y solo a intervalos distantes, el tomar una ciencia, como lo hizo Dalton, desde el caos de la combinación indefinida, y atarla en las cadenas del número, para exaltarla hasta el rango de una de las exactas." (Reflections on the Decline of Science in England, and on Some of its Causes (1830), p. 21)
Babbage, tenía otros colegas clérigos, entre los cuales se encontraban los Reverendos y científicos Richard Jones, Thomas Maltus, y William Whewell, tres sobresalientes miembros de la Asociación Británica para el Avance de la Ciencia, que junto a Adolphe Quetelet y Babbage, tomaron parte en la fundación de la Real Sociedad Estadística, en 1834:
"En la tercera reunión de la Asociación Británica en Cambridge en 1833, sucede que, un tarde, llamé a mi viejo y apreciado amigo, el Reverendo Richard Jones, Profesor de Economía Política en Haileybury, quien entonces residía en los departamentos de Trinty College. Él me informó que apenas había tenido una conversación con nuestro amigo mutuo, el Sr. Quételet, quien había sido enviado oficialmente por el Gobierno Belga a atender la reunión la Asociación Británica. Puesto que el Sr. Quételet le había traído un bonche de datos estadísticos, y no había lugar para él en ninguna sección, él, (el profesor Jones) le pidió al Sr. Quételet que viniera a él esa tarde para reunirse, y había invitado a Sir. Charles Lemon, al Profesor Malthus, al Sr. Drinkwater (posterior Señor Bethune), y uno u otros dos interesados en el asunto, y al mismo tiempo me pidieron que me uniera a la ocasión. Yo acepté felizmente esta invitación y salí hacia allá.... Regresé a los cuartos de mi amigo, le expliqué mis percepciones, con las cuales el coincidió completamente, y le sugerí la formación de la Sección Estadística."
También en el tiempo en que Babbage estaba dando clases en la Universidad de Cambridge, comenzó la divulgación de los Tratados Bridgewater: una serie de escritos apologéticos sobre la fe en Dios. Estas obras (publicadas entre 1833 y 1834 con ayuda de la Royal Society), fueron encargadas a ocho intelectuales y científicos (Thomas Chalmers, John Kidd, William Whewell, Charles Bell, William Buckland, Peter Mark Roget, William Kirby y William Prout), con el fin de explorar evidencias "sobre el Poder, la Sabiduría y la Bondad de Dios como es manifiesta en la Creación."

Aunque Babbage no fue comisionado de manera oficial, él mismo decidió publicar un propio tratado en 1837. De acuerdo a su biógrafo, Anthony Hyman, al igual que Francis Bacon:
"Babbage vino a creer que el método científico que perseguía en su sumo nivel era enteramente compatible con la religión revelada y escribió su Noveno Tratado Bridgewater para provar su argumento" (Hymann, 1985, 14).
La obra de apología y teología natural escrita por Babbage presentaba una concepción de la Creación en la que predomina la ley natural dada por Dios. Babbage defiende la tesis de que Dios en su omnipotencia, tuvo la previsión de crear la naturaleza como un legislador divino. Según H. W. Buxton:
"Babbage fue esencialmente un matemático y consideraba las matemáticas como la mejor preparación preliminar para todas las ramas del conocimiento humano, ni exceptuando la teología, porque él creía que el estudio de las obras de la naturaleza con precisión científica, era una preparación necesaria e indispensable para entender e interpretar el testimonio de la sabiduría y la bondad de su Autor Divino."  (Dubbey, 2004:227)
Aunado a esto, Babbage habla de sus interpretaciones relacionadas con la ciencia y la religión; por una parte, insistiendo en que "no existe ninguna colisión fatal entre las palabras de la Escritura y los hechos de la naturaleza" (Cap. V); por una parte, optando por la visión del creacionismo de tierra antigua.

A las personas que asumían un conflicto entre las dos fuentes de conocimiento, Babbage escribe "que la contradicción que han pensado no puede tener existencia real, y que, si bien el testimonio de Moisés permanece sin ser abrogado, también se nos permite confiar en el testimonio de nuestros sentidos" (Cap. V).

Fe en Dios, fe en milagros



Al igual que el astrónomo-matemático Samuel Vince, Charles Babbage también defendió la creencia en los milagros bíblicos. Otro de los objetivos esenciales de su Tratado, se encuentra declarado en el capítulo ocho, donde Babbage busca demostrar que los milagros narrados en la Biblia son compatibles con los paradigmas de la ciencia y la razón. En este sentido, buscó provar que:
"Es más consistente con los atributos de la Deidad el considerar a los milagros no como desviaciones de las leyes asignadas por el Todopoderoso para  el gobierno de la materia y de la mente; sino como el cumplimiento exacto de leyes mucho más amplias que asumimos que existen...
El modo por el cual me propongo llegar a estas conclusiones está apelando, una vez más, al juicio que se forma a sí mismo cada individuo, al examinar ese pedazo de mero mecanismo humano, al cual el argumento con tanta frecuencia me obliga a anunciarlo. Si se está de acuerdo conmigo, que el segundo de los dos puntos de vista presentados exhibe un mayor grado de conocimiento, y un mayor ejercicio de poder que en el primero, se debe, inevitablemente, concluir, que la vista aquí sugerida sobre la naturaleza de los milagros, asigna un mucho mayor grado de conocimiento y poder de la Deidad" (Babbage, 1837).
El científico computacional consideraba que Dios había definido el futuro entero del universo en el momento de la Creación, en una especie de programación infinita. En otras palabras, en su visión, Dios es reconocido como el máximo y supremo programador del universo. 



En el capítulo (10) del mismo libro, Babbage escribe en contra del filósofo escéptico David Hume, rechazando su objeción escéptica de que los milagros son "desviaciones de las leyes de la naturaleza." Ante esto, Babbage criticó agudamente:
"Pocos argumentos han ejercitado mayor atención, y producido más intentos de refutación, que el famoso puesto por David Hume en relación a los milagros; y se podría añadir, que se ha promovido más sofisma en su contra, del que su autor emplea en conjunto en todos sus escritos..."
Babbage pasa entonces a analizar la lógica circular de Hume, y los errores de su razonamiento, para luego realizar un análisis estadístico sobre la posibilidad de los milagros, estableciendo que estadísticamente la probabilidad de que un hombre pueda revivir sería de 1 en 1012.

En otro de sus libros, titulado "La exposición de 1851: Opiniones sobre la industria, la ciencia y el gobierno de Inglaterra", Babbage escribió contra la opinión de los clérigos que pensaban que la ciencia y la religión estaban en conflicto, expresando: 
"Es difícil pronunciar una opinión sobre los ministros de nuestra Iglesia como un cuerpo: una parte de ellos, por mucho, la menos informada, protesta contra cualquier cosa que pueda avanzar en el honor y los intereses de la ciencia, ya que, en su opinión limitada y errónea, la ciencia es adversa a la religión... Es suficiente comentar, que los hombres mejor informados y más ilustrados de todos los credos y actividades, están de acuerdo en que la verdad nunca puede dañar a la verdad, y que toda la verdad está aliada indisolublemente por cadenas más o menos enrevesadas con todas las otras verdades; mientras que el error, en cada paso que tomamos en su difusión, se convierte no sólo se separa más y es más discordante de todas las verdades, sino que también tiene la posibilidad adicional de la destrucción de todos los errores rivales." (p. 225)
En su obra final con toques autobiográficos, “Pasajes de la Vida de un Científico" (1864), Babbage también habló sobre sus creencias religiosas y defendió racionalmente la creencia en Dios. Dedicando un capítulo completo al tema de la religión, comienza por identificar tres fuentes del conocimiento divino:
  1. La fuente a priori o experiencia mística
  2. La Revelación divina
  3. La examinación de las obras del Creador
Respecto a la última de estas, comentó:
"Queda una tercera fuente de la que se llega al conocimiento de la existencia de un Creador supremo, a saber, a partir de la examinación de sus obras. A diferencia del testimonio que es transmitido, que es debilitado a cada etapa, esta evidencia deriva de la confirmación del progreso del individuo, así como del avance del conocimiento de la raza humana. 
Casi todos los hombres pensadores que han estudiado las leyes que gobiernan el mundo animado e inanimado que nos rodea, están de acuerdo en que la creencia en la existencia de un Creador Supremo, poseedor de la sabiduría infinita y poder, está abierta a muchas menos dificultades que la suposición de la ausencia de causa alguna, o la suposición de la existencia de una pluralidad de causas(Babbage, 1864:400-401).
Posteriormente, en base al argumento teleológico o argumento de diseño, proclama que el estudio científico de las obras de la naturaleza fue lo que le convenció de forma definitiva a profesar activamente la existencia de Dios:
"En las obras del Creador, siempre abiertas a nuestra examinacón, poseemos una base firme sobre la cual podemos levantar la superestructura de un credo ilustrado. Cuanto más indaga el hombre en las leyes que regulan el universo material, más está convencido de que todas sus diversas formas surgen de la acción de unos pocos principios simples.  
Estos mismos principios convergen, con fuerza acelerada, hacia una ley aún más integral a la que toda la materia parece estar sometida. Tan simple como esa ley pueda ser, hay que recordar que solamente es una entre un número infinito de leyes simples: que cada una de estas leyes tiene consecuencias por lo menos tan extensas como la que es existente, y, por lo tanto, que el Creador que seleccionó la presente ley debió haber previsto las consecuencias de todas las demás leyes.
Las obras del Creador, siempre presentes a nuestros sentidos, brindan un testimonio perpetuo y viviente de Su poder y bondad, muy superior a cualquier evidencia transmitida a través del testimonio humano. El testimonio del hombre se vuelve más débil en todas las etapas de la transmisión, mientras que cada nueva investigación sobre las obras del Todopoderoso, nos da una visión más exaltada de Su sabiduría, Su bondad y Su poder." (Babbage, 1864:402) 
En relación a esto, Babbage también explicó sobre el convencimiento que le trajo el trabajo apologético de Samuel Clarke:
"En el curso de mis investigaciones, me encontré con el trabajo sobre la Trinidad, por el Dr. Samuel Clarke. Este examiné cuidadosamente, y aunque estuve muy lejos de estar satisfecho, dejé de hacer indagar más. Este cambio surgió probablemente de cuando hube adquirido el trabajo mucho más valioso del mismo autor, sobre el "Ser y los atributos de Dios." Este estudié, y sentí que su doctrina era mucho más inteligible y satisfactoria que la de la obra previa.  
Ahora puedo decir que como el resultado de una larga vida dedicada a estudiar las obras del Creador, estoy satisfecho que éstas ofrecen pruebas mucho más satisfactorias y más convincentes de la existencia de un Ser supremo que cualquier evidencia de transmisión a través del testimonio humano puede, posiblemente, haber suministrado(Babbage, 1864:403).
En otro de sus comentarios sobre la religión, Babbage expresa, por un lado, el sentido de obligación moral ante Dios, y por otro lado, su disgusto por la tendencia de las personas a asumir sus posturas religiosas meramente por cuestiones geográficas o culturales, y luego atacar a las demás sin reflexionar al respecto. Abogando tanto por la adoración hacia Dios, como por la tolerancia religiosa, y la elección de una alabanza más reflexionada, el científico escribió:
"El fundamento de toda religión es la creencia en un Dios, y en que Él existe en cierta relación con Sus criaturas. Tal creencia conduce necesariamente a la conciencia de alguna obligación hacia la Deidad; y esta conciencia sugiere el deber de adoración; y en la selección de la manera de adorar, se originan diferentes credos que distinguen y distraen a la humanidad.  
Hay una especie de geografía de religión, y me duele pensar que la mayoría de la humanidad tome su credo del clima en que les ha tocado nacer; y que muchos, y no una parte poco considerable de la humanidad, sufren la antorcha sagrada de quemarse por completo, en su contacto con el mundo, y luego ¡en vano imaginan que pueden recuperar el fuego sagrado arremetiendo a partir de una teología dogmática!" (Babbage, 1864:491-492)
Finalmente, Babbage redactó una segunda defensa racional a favor de la fe en los milagros. El genio escribió, en este sentido:
"Siempre ha ocurrido en mi mente que muchas dificultades en relación a los Milagros podrían ser reconciliadas, si los hombres tan sólo se tomaran la molestia de ponerse de acuerdo en la naturaleza del fenómeno que ellos llaman Milagro. Que los escritores no siempre quieren decir lo mismo cuando se trata de milagros es perfectamente claro; porque lo que puede parecer un milagro para los que no han sido educados, es para el que está mejor instruido sólo un efecto producido por alguna ley desconocida que hasta entonces no ha sido observada. Así que esa idea de milagro es de alguna manera dependiente de la opinión que tiene el hombre en cuestión. Gran parte de esta confusión ha surgido a partir de la definición de milagro dada en el célebre ensayo de Hume, a saber, que es la "violación de una ley de la naturaleza."
Ahora bien, un milagro no es necesariamente una violación de ley alguna de la naturaleza, y no implica ninguna absurdidad física. Como bien lo observa [Thomas] Brown, "ciertamente las leyes de la naturaleza no son violadas cuando un nuevo antecedente es seguido por un nuevo consecuente, éstas son violadas solamente cuando con el antecedente, siendo exactamente el mismo, un diferente consiguiente es el resultado;" de manera que un milagro en su naturaleza no tiene nada de incompatible con nuestra creencia en la uniformidad de la naturaleza.   
Todo lo que vemos en un milagro es un efecto que es nuevo para nuestra observación, y cuya causa es oculta. La causa puede estar más allá de la esfera de nuestra observación, y por lo tanto  estaría más allá de la esfera familiar de la naturaleza; pero esto no hace del evento una violación de ley alguna de la naturaleza. 
Los límites de la observación humana se encuentran dentro de límites muy estrechos, y sería arrogancia suponer que el alcance del poder del hombre es lo que debe formar los límites del mundo natural. El universo ofrece pruebas diarias de la existencia de fuerza de la cual no sabemos nada, pero cuya agencia poderosa, sin embargo, aparece manifiestamente en las obras más conocidas de la creación. ¿Y negaremos la existencia de esta potente energía, simplemente porque se manifiesta a sí misma en delegada y débil subordinación a la omnipotencia de Dios?... 
No hay nada en la naturaleza de un milagro que deba considerarse imposible de creer: su credibilidad depende de la naturaleza de la evidencia por las que se sostiene. Un evento de extrema probabilidad no mandará necesariamente nuestra creencia a menos de que esté basado en una suficiencia de prueba; y así, un acontecimiento que podemos considerar como muy improbable puede ordenar nuestra creencia si se sustenta con pruebas suficientes. Así que la credibilidad o incredibilidad de un evento no se basa en la naturaleza del evento en sí, sino que depende de la naturaleza y la suficiencia de la prueba que lo sustenta... 
[John Stuart] Mill, al hablar del celebrado principio de Hume, "que nada de lo que es contradictorio a la experiencia o en desacuerdo con las leyes de la naturaleza es creíble", lo llama una proposición muy simple e inofensiva, significando, en efecto, que nada de lo que sea contradictorio con una inducción completa es increíble. Admitir la existencia de una Deidad, y la posibilidad de un milagro es la consecuencia natural. No hay duda de que nuestra examinación de la evidencia que sustenta un fenómeno inusual debe llevarse a cabo con sumo cuidado; pero no debemos medir la credibilidad o incredibilidad de un evento por la estrecha esfera de nuestra propia experiencia, ni tampoco debemos olvidar que hay una energía Divina que prevalece sobre lo que familiarmente llamamos las leyes de la naturaleza...
Debemos tener cuidado de distinguir entre nuestra propia incapacidad para poner a prueba la verdad y entre la improbabilidad necesaria de un evento. Está claro que a partir de nuestra ignorancia de las esferas remotas de la acción de Dios, no podemos juzgar de Sus obras alejadas de nuestra experiencia; pero un hecho no es necesariamente dudoso porque no pueda llegar por medio de nuestros sentidos ordinarios. Recapitulando, podemos establecer las siguientes proposiciones:
1. Que no hay distinción física real entre milagros y cualquier otra operación de la energía Divina: que si los consideramos diferentes es porque estamos familiarizados con un orden de eventos y no con el otro.
2. Que no hay nada que no se pueda creer en un milagro, y que la credibilidad de un acontecimiento milagroso debe medirse sólo por la evidencia que lo sustenta. Y aunque el carácter extraordinario de un fenómeno puede considerar al evento en sí como algo improbable, no lo hace, en cambio, necesariamente increíble o falso...   
Los milagros pueden ser, por todo lo que sabemos de lo contrario, fenómenos de un orden superior de las leyes de Dios, superior a estas, y, en determinadas condiciones, pueden controlar el orden inferior conocido por nosotros como las leyes ordinarias de la naturaleza." (Babbage, 1864:487-491)
Charles Babbage (ca. 1847-1851)
Babbage también expresó una de sus razones por las cuales atesoraba el cristianismo. Para él, el valor espiritual de la religión cristiana no provenía meramente de la teología, sino de la enseñanza cristiana sobre una equidad y moral universal disponible para todos:
"El verdadero valor de la religión cristiana se basa, no en opiniones especulativas sobre el Creador, que necesariamente habrán de ser diferentes en cada individuo, según la extensión del conocimiento de cada ser finito que emplea sus propios poderes débiles en la contemplación del infinito: más se basa en las doctrinas de la bondad y la benevolencia que esta religión reclama y hace cumplir, no sólo a favor del hombre mismo, sino a favor de todo ser susceptible de dolor o de la felicidad." (Babbage, 1846: Cap. "Religion": The Basis Of Virtue Is Truth, pp. 404-405)

Charles Babbage murió en Londres, el 18 de octubre de 1871, a la edad de 79 años. De acuerdo a su biógrafo, en el momento de su muerte, el científico gran consuelo en sus creencias religiosas, particularmente en la promesa de que los cristianos tienen de una vida más allá de la tumba (Hyman, 1985: 253).



Uno de los nietos del científico, Stuart Barton Babbage, fue un prominente evangelista, teólogo y misionero cristiano de Nueva Zelanda.




Bibliografía


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